martes, 22 de octubre de 2013

LETRAS CON HISTORIA..."EL SEDUCTOR"

"EL SEDUCTOR"

"A Pablo Jerrentín lo mataron en los cañaverales del puente viejo. Cuando el perro cárdeno de José El Pajuelo lo encontró, estaba de espaldas sobre el lomo del surco, con los ojos abiertos, rayado por las hojas de las cañas y con las manos como que quería taparse las heridas por donde lo habían matado.

Ha de haber sido por una mujer. Fue el rumor general que corrió por las calles de Tortuga. 

El asombro por la muerte de Pablo Jerrentín hacía crecer el amontonadero de la gente. Entre el tumulto, destacaba por alto, José Luis "La Guila" que todavía alargaba el pescuezo por encima de los demás, para ver cómo Sebastíán "La Rana" y Pancho "Tatanacas", envolvían el cuerpo en uno de los sarapes pringuiaditos de blanco que les llaman chanitas. Lo aseguraron bien para que no descobijara. Con el mismo sarape le taparon la cara evitando que se le metieran por los ojos las sombras de los camichines. Y de prisa, con su ¡arre prieto! de La Mucura, el caballo jaló el guayín con el cuerpo y empezó la peregrinación para volver a casa."

"A Pablo le dio por sonsacar a las mujeres un tanto especiales que con el tiempo y sin querer, se vuelven fortaleza, honor y motivos de unificación en las familias. Las que llenan de jaulas y de pájaros los muros y las pilastras de los corredores. Las que siembran de malvas y de helechos las parcelas del patio. Las que cantan canciones de amor mientras tienden la fría altiplanicie de sus camas y derraman una lágrima seca, dolorosa, sangrienta, por la herida mortal de las desilusiones. Esas mujeres que se gastan el tiempo con la moneda casta de la vida cuando se vuelven madres de los nietos y abuelas de todos nuestros hijos..."

""Y Pablo Jerrentín les había incendiado la estopa de su carne, tocándoles con el alto fuego de la vida, la enramada maciza de sus huesos. Les había hecho sentir, aunque fuera por una vez, lo que es una mujer vibrando por el uso de un hombre. Castigadas por el tiempo pero galardonadas por el tacto del Jerrentín que cabalgaba jubiloso los montes inescalables de sus cuerpos..."


Luis Girarte Martínez, "Tortuga" 2008, pp. 35-32

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