PUNTO I
1.1 ¿Cómo mejorar la comunicación entre
padres e hijos?
La adolescencia es un
momento de crisis. Hay muchos
aspectos para simbolizar en cada singularidad y la necesidad de articular
nuevos lazos en los vínculos familiares. ¿Cómo dar lugar a esta nueva etapa en
medio de las exigencias de la vida cotidiana de los padres e hijos?
Los adolescentes atraviesan
por importantes cambios: corporales, psíquicos y sociales. Esto les exige un
nivel de elaboración que siempre va por detrás del vértigo que vivencian. Por
otro lado, los padres deben repensar la relación con sus hijos que ya no son niños, pero
tampoco adultos.
Apariencias que ¿engañan?
La comunicación se dificulta porque muchos
adultos se quedan con lo que los adolescentes aparentan. Así es como ven seres
intolerantes, "que se la saben todas", desinteresados por compartir espacios
familiares, sin afecto y carentes de cualquier interés por
escuchar la palabra de sus progenitores.
Pura hostilidad
Los padres, demandados por la vida cotidiana,
el trabajo, los problemas económicos,
la pareja, los otros hijos, etc. ven allí donde antes había un niño dulce,
gracioso y afectuoso, un "monstruo" que los odia, los desvaloriza y
ya no los necesita; alguien que no puede parar de responder con gritos, bromas
y gestos desagradables.
La otra cara
Esta imagen debe ser
superada. Tendrán que acercarse a ellos y acompañarlos; saber qué sienten y
cómo están, orientarlos y continuar con su educación.
Qué y cómo hacerlo es una cuestión delicada.
Es preciso tomar distancia, mantener el lugar
de adultos. No creerles lo que aparentan y saber que necesitan pelearse para
crecer. Todo esto hay que permitirlo en un marco de respeto.
Compartir para comprendernos
Fomentar la comunicación en esta
etapa, no es sentarlos a hablar o interrogarlos, tampoco se trata de revisarles
sus pertenencias en un intento desesperado de saber en qué andan.
Es necesario generar espacios en común, en
donde el diálogo aparezca espontáneamente. Espacios simples, como "hacer
nada juntos", hasta actividades más programadas como un viaje un fin de
semana. Lo importante es que la charla surja en un ambiente distendido y
aparezcan las ganas de compartir desde el interés amoroso.
La relación entre padres e hijos adolescentes
es un equilibrio entre límites, contención
y la promoción de un lugar
para el despliegue de la singularidad de cada uno.
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