viernes, 7 de marzo de 2014

CATEDRAL NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN (APATZINGÁN)

“NUESTRA HISTORIA, SEGUNDA PARTE”



Con el ascenso al trono de Carlos III (1759-1788), se iniciaron una serie de reformas en lo económico, político y religioso, para lo cual se sometió a todas las instituciones eclesiásticas, destruyendo a otras como los jesuitas y reduciendo la actividad de los religiosos y su influencia tratando de someter a la Iglesia a su capricho, para ello, expresó su deseo de que los religiosos sólo atendieran a dos parroquias, en la Intendencia y, por lo mismo, tuvieron que salir de toda la región y por ello la secularización.
Ante estas circunstancias viene una modificación del mapa eclesiástico y en la región se crean para el año de 1775 las parroquias de Tancítaro, Apatzingán y Santa Ana Amatlán.
Una vez salidos los franciscanos de Apatzingán los sacerdotes del clero secular comenzaron por hacer un nuevo templo que estuviera acorde con el crecimiento de la población, puesto que Apatzingán en los últimos 90 años había crecido casi tres veces más, es decir, de “130 habitantes que tenía en 1700 había llegado a 301 en 1792 (las vicarías durante los mismos años fueron: San Juan de los plátanos de 66 a 79, Acahuato de 66 a 89 en Parácuaro de 9 a ... San Juan Gregorio Tacirán de 27 a 22, que desaparecerá en el periodo posterior a la independencia),” así a un lado del antiguo templo se comenzó un nuevo templo de piedra y lodo de una nave de mayor capacidad, con una torre para campanario. San Juan de los Plátanos tenía una Iglesia de nave reducida, sin torre, con techo de tejamanil sin sacristía ni bautisterio, de tierra el pavimento con cinco altares, las paredes son de piedra y mezcla.”

Carlos III, de la familia de los Borbón

Esta región, con el arribo de las “Nuevas Ideas” (de la Ilustración), conoció un nuevo auge económico ya que el párroco impulsó la agricultura a través de la construcción de nuevos canales para el riego tomando todos los avances tecnológicos provenientes de Europa fomentando el comercio así, cuando el movimiento de independencia comenzó en esta ciudad el párroco motivó a los feligreses a unirse al movimiento emancipador, y conociendo el trabajo y la concordancia en ideas, el mismísimo Morelos elige a esta Villa para llevar al Congreso (ello implicaba la presencia de unos 500 hombres). “Una vez conforme a lo prevenido en la misma Constitución (Art. 240) acabada la misa de Acción de Gracias, que se cantó con la posible solemnidad, el Presidente del Congreso prestó juramento de manos del decano y lo recibió en seguida de todos los diputados, procediendo luego a la elección del Supremo Gobierno, que recayó en los individuos nombrados para el cargo: José Ma. Liceaga, José Ma. Morelos y Coz. Después de hacerse bailes y festines, en que se sirvieron dulces y pastas llevadas de Querétaro y Guanajuato se sentaron a la mesa, después de los generales y oficiales los sargentos y soldados. Morelos, vestido con gran uniforme, danzó en el convite, y, abrazando a todos los concurrentes les dijo que aquel día era el más fausto de su vida. Algunos días después salieron para Ario”.

Expulsión de los jesuitas

Con el destierro que sufrieron los obispos, reunidos en Roma, varios obispos mexicanos, entre ellos el de Michoacán Munguía y el de Guadalajara Espinosa, propusieron éstos al papa las necesidades de sus vastísimas diócesis, especialmente la de dividirla erigiendo nuevos obispados. Así en el obispado de Michoacán se erigen otros dos el de León y Zamora” del que pasa a formar parte la parroquia de Apatzingán.



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