viernes, 7 de marzo de 2014

FILOSOFANDO

LA DECADENCIA DE LA VERDAD



No resulta del todo sencillo entender las ideas de Fiedrich Nietzche. Quizá ni su intención fue ser entendido por la humanidad. Sin embargo su pensamiento ha sido fuente de inmensos debates filosóficos y de todos los ámbitos del saber humano. En el caso de la religión, ni se diga si su pensamiento sobre la moral de la religión fue aceptado con afable recibimiento. Al grado de que por décadas fue prohibida su lectura en centros de formación religiosa.

¿A caso pensar libremente de una manera distinta, crítica y en contra de lo que se considera por la mayoría como verdadero es motivo para tildar a alguien de loco, pecador, inmoral, hereje y hoy en día hasta de izquierdista radical y porro?

Pues qué lástima entonces que algunas de las instituciones sociales más afamadas determinen qué pensar, como pensar, qué creer, qué no creer. Con razón Nietzche hace referencia a que a la realidad se le ha despojado de su valor. Nos quieren hacer creer que sus verdades deben ser nuestras verdades.

“A la realidad se la ha despojado de su valor, de su sentido, de su veracidad en la medida en que se ha fingido mentirosamente un mundo ideal. El «mundo verdadero» y el «mundo aparente»; dicho con claridad: el mundo fingido y la realidad. Hasta ahora la mentira del ideal ha constituido la maldición contra la realidad, la humanidad misma ha sido engañada y falseada por tal mentira hasta en sus instintos más básicos hasta llegar a adorar los valores inversos de aquellos solos que habrían garantizado el florecimiento, el futuro, el elevado derecho al futuro.” 
Nietzche, Fiedrich, Ecce Homo.
Y no solamente las personas valiéndose de algo como la religión han sido los únicos en falsear la verdad, hoy en día los medios de comunicación o mejor dicho de desinformación son de los principales tendientes en manipular la realidad con su falso mundo de fantasías y de una felicidad o bienestar inexistentes sobre todo en una sociedad como la de México que cada vez que pasa el tiempo se hunde gracias a nuestra pasividad y enajenación de pensamiento y obra, dejando en manos de unos cuántos farsantes el destino de esta nación.

Por lo tanto no me parece del todo vanidad que el autor de Ecce Homo sea orgulloso y presuntuoso de su obra, pensamiento y acción. Creo que todos debemos tener ese nivel de auto reconocimiento de nuestras buenas obras, de nuestro intelecto y sobre todo ser consientes de que necesitamos un pensamiento crítico ante todas las idiosincrasias existentes para formular una propia forma de darle sentido a nuestra existencia.

Sin embargo, es lamentable que existan aún en la actualidad esas tendencias decadentes que menciona Nietzche en las páginas de esta obra que más que una exaltación personal de sus libros es una reiteración de sus ideales y si es que después de esto quedó catalogado como un demente, es preferible vivir sin las facultades mentales engañadas que una locura libre de manipulaciones y formas de control social.

El punto es que, la doble moral de la que habla Nietzche, en las diferentes personalidades humanas sigue siendo el epicentro de las injusticias mundiales. El rico poderoso cree que el pobre miserable debe ser tratado y visto como un animal u objeto. Mientras que el pobre ve al rico como un tirano que comete actos inhumanos en contra de los más necesitados.

Sino reestructuramos y construimos nuevas formas de pensamiento y de conciencia no podremos llegar a la condición de “súper hombre”, simplemente seremos una efímera nube de polvo en la eternidad y lo peor del caso, esclavo de las mentiras y decadencias aberrantes que degeneran la verdadera naturaleza humana. Ni siquiera el mismo Zaratustra de Nietzche sería capaz de orientar nuestra esperanza de ser quienes rijan su propia existencia y no las miserables garras de la falsedad y decadencia que existe en nuestro tiempo.

No se trata de caer en extremos existenciales para declararnos en contra de los sistemas ya establecidos, es necesario despertar de ese letargo de enajenación materialista y nihilista para poder romper las celdas que aprisionan la verdadera condición del ser humano.



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