CARACTERIZACIÓN DEL ESTADO MEXICANO
El Estado mexicano es un arma de doble filo. Los postulados
que enuncia Harnecker (2005) con respecto a los diferentes tipos de Estado y de
Gobierno, se quedan cortos para describir desde una perspectiva realista lo que
es este órgano de gobierno.
El primer parámetro que señala Harnecker (2005) con respecto
a la función de Estado sí aplica a los rasgos del Estado Mexicano actual, al
señalar que la función del Estado es regular el funcionamiento de la sociedad
con respecto a sus ámbitos políticos, culturales y económicos de una clase por
encima de otra. Y dicho esto, precisamente este rasgo del Estado en México es
una latente función que tiene el Estado para fiscalizar y disfrazar los
defectos humanos de los “poderoso” mandatarios, cubriéndolos con cualidades
metafísicas y abstractas mediante las leyes e instituciones al servicio de
estos inicuos intereses que degradan en ocasiones la dignidad humana.
Muestra de esto es que los textos noticiosos y
desinformativos al servicio del gobierno, muestran que durante lo que va de mandato
del máximo representante del poder ejecutivo, se han lanzado propuestas de
reforma y modificación a los artículos de la constitución para establecer
nuevas estructuras que terminen con las negligencias y anomalías de los
sistemas corruptos. El caso es que siempre se enuncian estas modificaciones sin
hacer una consulta pública donde la verdadera opinión y necesidades del pueblo
sean al móvil de estas transformaciones. En términos generales, los de traje
negro son los que tienen ese “don” para saber tomar las decisiones de manera
democrática y consensada en los poderes legislativos, pero eso sí, los
zafarranchos ridículos que arman en las asambleas legislativas dejan ver la
unidad partidista y la democracia en su máxima expresión.
Otro rasgo característico de nuestro Estado es su portentoso
poder judicial al servicio del narco estado y del estado neoliberal
internacional que se beneficia en gran parte de los recursos que se explotan en
México. No es necesario que las leyes prohíban anunciar la cantidad de civiles
muertos por mes o por años, si basta con salir a las calles para ser testigos
de cómo la justicia está prostituida y podrida al grado de que a estas alturas
se le teme más a un policía, judicial, soldado que a un sicario o
narcotraficante, que valga mencionar que éstos últimos se han convertido en los
nuevos héroes y modelos a seguir por miles de jóvenes que admiran más a un
narco que a un político.
No quiero ser pesimista con respecto a esta caracterización,
pero una mentira aunque se diga mil veces nunca será verdad y no es que lo diga
yo, pero los hechos que ocurren a diario con el Estado mexicano nos pueden dar
evidencia de estos hechos, pero mientras se siga a la sombra de la ignorancia y
de tolerar esta farsa o de ser serviles de los grandes capitalistas todo se
justifica, que al cabo, del algo tenemos que sacar para comer. Aunque no sé qué
opinaría si mi postura fuera la de hacer las leyes y no cumplirlas, de ser empleador
y no empleado, de ser burgués y no proletariado, quizá sería la misma.
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