jueves, 6 de marzo de 2014

LIBERTAD SIN AMOR, LILIA GARCÍA MERCADO.


LIBERTAD SIN AMOR

 

        Hoy se habla tanto de libertad, que muchos alzan la voz cuando alguien descubre que existen lugares donde, todavía hoy, se vende a las hijas al mejor postor. Ellas no pueden elegir sus circunstancias, su padre o hermanos deciden.

        El reclamo viene enseguida, ante el hecho de la esclavitud infantil; trabajos extenuantes y salarios miserables para aquellos niños sin padres.

        El gran problema surge cuando se habla de libertad en absoluto, sin reglas ni límites. La propuesta existencial que está detrás es la de que una libertad sin condiciones hace más feliz al hombre.  Los ideales de la Revolución Francesa (1789): libertad, igualdad y fraternidad, se enfatizaron de tal manera que se convirtieron en las líneas rectoras de las legislaciones en muchos países. Pero, a todo esto le está faltando un ingrediente esencial, no permutable con ninguno otro, que plenifica toda iniciativa humana: el amor.

        La libertad sin amor puede convertirse en libertinaje o en opresión.. Libertinaje porque al momento de ejercer mi legítimo derecho de vivir sin coacciones, puedo elegir incluso lo que es un mal para mí; todo abuso o exceso acaban por ser perjudiciales. Y opresión porque en la aplicación errada de una libertad absoluta se puede dañar a otros, sin tener en cuenta el respeto que se les debe.

        Si a un niño se le enseña a vivir libre, pero no se le educa en el amor tendremos el caso, por demás repetido, de adolescentes y jóvenes a los que es imposible pedirles algo; ellos son dueños y señores de su vida, nadie puede contrariarles o exigirles.

        El amor permite al ser humano distinguir entre sus derechos y los derechos de los demás, favorece la sensibilidad a las necesidades del prójimo y da la capacidad, incluso, de renunciar a lo que legítimamente le pertenece para ayudar a otros en su desarrollo personal.

        La libertad en sí misma no asegura la felicidad; el amor, si. Una persona que ama no es capaz de hacer daño, a expensas del bien de los demás. Si el corazón está limpio nuestras intenciones también lo son.


 
 

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