Falta de inversión, falta de crédito y falta de política económica
Como en el caso de otros países en desarrollo, México requiere de una
tasa de inversión respecto a la producción nacional de cuando menos 25% anual
en términos reales y de manera sostenida para alcanzar tasas de crecimiento del
Producto Interno Bruto (PIB), a su vez, altas y sostenidas en el largo plazo,
según estimaciones de organismos internacionales. Con ello, la economía podría
aumentar significativamente la generación anual de empleos y, en consecuencia,
la proporción de los salarios en el valor agregado, es decir, reducir la
concentración del ingreso. En ninguno de los últimos 25 años la proporción de
la inversión entendida como formación bruta de capital fijo ha alcanzado esa
meta respecto al pib, aun considerando la inversión extranjera.
Desde la primera parte de los años ochenta, el Estado ha reducido de
manera significativa su participación en la inversión total como resultado de
la orientación ortodoxa de la política económica, que concibe la inversión
pública como factor de desplazamiento de la inversión privada y que además
considera a la burocracia paraestatal como esencialmente corrupta, ineficiente
e incapaz de ser regulada. Por estas dos razones, se hacía indispensable –en
esta lógica– la privatización de las empresas estatales rentables y la
liquidación de las no rentables. La nueva inversión pública estaría limitada,
además, por razones presupuestarias.
En estos casi 30 años de política ortodoxa, la inversión privada
nacional no ha podido llenar el hueco de la inversión pública y el Estado ha
tenido que revertir algunas de las privatizaciones debido a problemas de
rentabilidad, derivados de una deficiente administración en manos privadas.
Tales fueron los casos de la mayor parte de las carreteras nacionales de cuota,
las líneas áreas nacionales y –un caso muy especial– los bancos.
La nacionalización de la banca mexicana
decretada en 1982 por el gobierno de López Portillo, como medida última para
frenar la fuga de divisas, no ocasionó ninguna catástrofe financiera como
auguraban sus críticos. En contraste, la reprivatización de la banca ocurrida
años más tarde bajo el gobierno de Carlos Salinas puso al sistema bancario
mexicano en manos inexpertas y lo volvió altamente vulnerable. Aunado a ello,
la apertura financiera acelerada provocó el ingreso de grandes cantidades de
capital especulativo externo. Además, la sobrevaluación de la moneda hizo aún
más vulnerable al sistema financiero.
En esas condiciones, la primera crisis de divisas del gobierno de
Zedillo, ocasionada por el mal manejo de una decisión cambiaria, implicó la
quiebra real del sistema bancario mexicano y de sus deudores. El rescate
bancario y la política astringente del crédito interno, seguidos desde
entonces, han impedido que haya crédito barato y oportuno para financiar
actividades productivas de todo tipo, especialmente en el campo. El sistema
bancario, hoy en manos extranjeras, es esencialmente rentista y especulador.
Asimismo, tanto la crisis de 94-95 como la apertura financiera anterior
a ella han provocado que haya permanentemente capital mexicano en el extranjero
por una cantidad más o menos equivalente a la deuda pública externa, en tanto
que el ingreso neto de divisas al país que registran las reservas
internacionales se inmoviliza, para evitar la ampliación del circulante y crear
un blindaje preventivo de otra crisis como las de 76, 81 y 94, todas por fugas
masivas de capitales.
El elemento crucial que explica la baja
inversión productiva no es, sin embargo, la falta de crédito, sino la ausencia
de una política industrial y agropecuaria activa por parte del Estado. Esta
ausencia obedece sin duda a una concepción neoliberal de la economía. Dicha
concepción se concreta en la reducción indiscriminada del gasto público, tanto
corriente como de inversión; en la total ausencia de políticas comerciales, y
en la falta de definición y aplicación clara de reglas de la participación de
la inversión extranjera con una orientación a la integración económica y el
desarrollo. Ello es lo que en realidad provoca la falta de incentivos a la
inversión privada nacional.
Continuara ...
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