En la presente trataremos de echar una mirada hacia lo que representa lo que se aconseja al profesor en los tratados educativos y el gran bloque al que nos enfrentamos en el diario actuar: la práctica.
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Quienes por gusto, necesidad u oportunidad tenemos la encomienda de tratar con personas, a las cuales hay que "educar" o "enseñar", nos damos a la tarea de investigar acerca de los paradigmas que convergen en la actualidad para tratar de alternar la práctica docente y que el alumno adquiera los conocimientos dados; o bien, nos enfocamos a lo que, por ley general, nos dice el gobierno que los alumnos han de aprender.
En lo que a adolescentes respecta, hay muchos que con el solo hecho de pensarse en un aula llena de hormonas y cambios de humor descontrolados, se espanta; pero aún así, piensa que ha de aplicar lo que ha leído con anterioridad.
Pero ¿Qué pasa en la práctica? hay que destacar primero al contexto con que el profesor se topa, por ejemplo: el programa, el libro, las instituciones gubernamentales en materia educativa dicen que hay que "buscar en Internet" tal o cual tema; pero la comunidad no llega ni al acceso a luz. Entonces, hay que hacer mejoras en la planeación y buscar alternativas.
Otro dato es el aspecto emocional del alumno, ya que en muchos (y créanme cuando digo que son "muchos") de los casos, los alumnos traen consigo problemas familiares de todo tipo, los cuales merman su atención y su disponibilidad a atender, a estar no digamos al 100, pero mínimo al 50 por ciento de su capacidad receptiva.
Que si familias con una jefa de familia, que si problemas de alcoholismo, que si violencia intrafamiliar, que no hay dinero en casa para proporcionar una buena alimentación, que si mandaron al alumno por la fuerza o por los programas en materia económica que ofrece el gobierno, etc., y ello por mencionar un poco de lo que se ve en el aula de clases.
Pero como decía un sabio filósofo "hay de todo en todo", también están los alumnos (pocos, hay que decir), que llegan con ganas de aprender, gusto por el estudio y amplia capacidad de asombro, o los que saben que haciendo los trabajos de manera puntual y correcta tienen por defecto una buena calificación.
Entonces el aula ha sido mezclada cual coctel y el profesor, maestro, educador, facilitador o como quieran llamarle, va a llegar muy contento al aula de clases. Es primer día de escuela y él ha preparado muy bien su clase y las posteriores a fin de cumplir con el programa que se le estableció para tener a todos en un mismo camino y poder decirle al mundo algo como (y a la OCDE en específico): "¡Hey! hemos subido de nivel, los años de "atraso" en cuanto a educación han disminuido, vamos bien por el camino de la producción en serie de cerebros".
Así, en un primer día de clases el profesor se ha dado cuenta de la diversidad existente. Ya identificó al más participativo, al más inquieto, al más sociable y quizás ni se percató de los que tratan de pasar desapercibidos y lo logran.
Ha de dar el primer tema y con decepción observa que unos pocos han terminado, han digerido y más o menos les ha quedado claro de qué se habló en la clase, mientras que otros muchos todavía siguen preguntando: "¿Y qué vamos a hacer?".
Los primeros querrán seguir avanzando, los segundos tal vez sólo quieran terminar el trabajo, lejos de aprender y que haya un aprendizaje satisfactorio.
Pero en cualquiera de los casos anteriores, se tiene que hacer, por fuerza, un reajuste al programa, mismo que se irá atrasando; o bien, al docente le toca replantear su objetivo: ¿Calidad o cantidad?
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