miércoles, 25 de septiembre de 2013

UN GESTO AMABLE

  • El otro día caminaba por una calle tranquila iba de malas pensando en mis múltiples deberes y problemas. ¡Hay tanto que hacer el tiempo no alcanza! En eso vi un hombre viejo que arreglaba su jardín canturreando y sonriendo. Dos mujeres entradas en años pasaban en ese momento por la acera charlando. El anciano dejo de cantar y la siguió con los ojo. Luego se agacho y se echó a correr tras ellas. -¡Esperen!- grito, mostrándole dos flores moradas- para unas damas hermosas. A una le puso una flor en la oreja, haciéndolas sonrojándose. La señora aunque todas encantada con el gesto intento escapar. -¡No se vaya! –exclamo él. Hay otra flor para usted no le quedó más remedio que dejarse poner la flor. Luego ambas le dieron las gracias se tomaron del brazo y reanudaron la marcha cuchichiando como colegialas emocionadas. El hombre volvió a su trabajo sin dejar de sonreír el resto de mi caminata fue mucho más interesante y apacible. Se convirtió en un paseo percibí cosas. Imaginaba otras mi destino ya no era único objetivo la caminata termino sin darme cuenta al llegar a casa encontré los mis problemas y obligaciones, pero ya no me agobiaban. Parecía que el mundo ya no era un lugar desquiciado después de todo, a un hay gente que interrumpe sus quehaceres para hacer amable. También comprendí la transcendencia de un simple gesto amable si solo presenciar uno me alegro.

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