lunes, 21 de octubre de 2013

UN LENTO PROCESO DE SECULARIZACIÓN DE LAS MISIONES


Poco a poco el “Colegio de San Nicolás” (primer seminario de América) fue rindiendo los frutos ya esperados por su insigne fundador y primer obispo de Michoacán don Vasco de Quiroga, con él fue impulsando la creación de nuevas parroquias para una mejor administración, además, con la retirada de los agustinos de estas tierras, fue necesario suplir las misiones con el clero secular que, para el año de 1570 de las 59 parroquias de la diócesis 34 seculares 11 agustinas y 14 franciscanas entre ellas Tepalcatepec que fue la primera parroquia de lo que hoy es nuestra diócesis, el primer párroco fue el Pbro. Francisco Xallalera “un experto conocedor de la lengua latina, náhuatl y purépecha” además considerado por el propio obispo como “buen sacerdote y trabajador”; desde esta parroquia es visitada la doctrina de Coalcomán por el vicario don Hernando de Alfaro quien al parecer sólo duró un año puesto que en 1571 aparece ya en Tingüindín.


Para el año de 1619 se creó la parroquia de Pinzándaro cuyo primer párroco fue Francisco Patiño de Herrera, una parroquia que tenía dos hospitales dedicados a la Inmaculada Concepción, puesto que ya en el siglo XVI se había creado como doctrina.
Los límites con la parroquia de Tepalcatepec quedarán fijos hasta el diez de julio de 1765 en donde se determina que el río Arimao (Tepalcatepec) sería la división entre ambas parroquias.

Durante el reinado de Fernando VI, buscando una mejor organización de sus territorios busca una progresiva secularización de las parroquias atendidas por los religiosos, así por las reales cédulas de 1753 y 1757 ordena que los franciscanos sólo administren dos parroquias en la diócesis de Michoacán que fueron Acámbaro y San Juan de la Vega, de este modo, y para 1777 de las 59 parroquias que tenía en 1570 llegaron a 129, cinco de ellas administraban toda la “Tierra Caliente” en lo que hoy es nuestra Diócesis y fueron: Apatzingán, Coalcomán, Pinzándaro, Santa Ana Amatlán y Tepalcatepec.


De este modo los religiosos terminaron la misión, que habían iniciado en los mismos comienzos de la invención del “Nuevo Mundo” al que con celo admirable deseaban convertir a Cristo.


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