viernes, 18 de octubre de 2013

LAS HACIENDAS PORFIRIANAS, UNA CAUSA DE LA REVOLUCIÓN DE 1910


Mucho se ha escrito y dicho para hacer pasar tal o cual aspecto del régimen porfirista como la causa principal de la Revolución de 1910.

No pretendo entrar en debate ante tal situación mucho menos abordar el asunto de que haya sido o no el problema de la tierra la causa fundamental del movimiento armado.

Hoy sabemos que no fue tanto el lema "Sufragio Efectivo No Reelección", como el grito de "Tierras para el pueblo", lo que arrastró a los campesinos a la revuelta.

Ya tiempos atrás, flotaba en todos los ámbitos la sensación de que eran las fuerzas represivas del régimen, las que venían aplazando el día del gran desquite. 

En el trasfondo, estaba ahí, dueña de vidas y bienes, la hacienda. la hacienda de siempre, extendida y difundida por todo el territorio, creando la impresión de que México fuera un mosaico de dominios aislados, formados por las posesiones de los terratenientes.

Ellos materializaban, a su antojo y por encima de las entidades distritales y municipales de los distintos estados, el poder absoluto del "Héroe de la paz", Porfirio Díaz.

No resultará, pues, exagerado el considerar a la hacienda de la época porfirista al menos, como una de las causas de la revolución de 1910 que con su desarrollo y complicaciones posteriores, llegaría a trastornar y modificar toda la formación económica y social de México.

El México de fines de XIX era preponderantemente rural. rural por su producción agrícola y ganadera; y rural por el asentamiento mayoritario de sus habitantes. 

La inmensa extensión del territorio, el México de entonces se mostraba despoblado, con excepción de algunos centros urbanos y de la zona de los cereales.



La colonización, aun la selectiva que evitaba el "desecho" de extranjeros, ni mejoro la agricultura ni fue factor decisivo en el poblamiento de zonas necesitadas de brazos.

Las haciendas contaban con menor numero de habitantes que los pueblos libres; y aunque estos constituían mas de la mitad de la población rural total , no poseían ni la mitad de todas las tierras de propiedad privada en México.

La lucha, ya de por si desigual por la desproporción entre la cantidad y la calidad de las tierras de la hacienda y del pueblo, se agravaba por la falta que de animales de trabajo e implementos agrícolas tenían los campesinos. 

Ademas, sus técnicas de cultivo eran mas que primitivas y carecían completamente de medios de transporte. si bien las tierras de los pueblos libres no pertenecían a las haciendas, todos los contornos de las mismas estaban formados por verdaderos satélites de poblados y comunidades indígenas que con su reducida economía concurrían al sostenimiento de los latifundios gigantescos.



Según el patrón o dueño de la hacienda, actuaba como un aristócrata perteneciente a una especie zoológica privilegiada, con clara conciencia de su grandeza y poder.

Por lo general radicaba en lujosa residencia en las principales ciudades de la nación  y a veces en el extranjero.

Casi siempre en la hacienda o en el poblado mas próximo se hallaba el jefe político, como autoridad local y lazo de unión de la hacienda con los poderes porfirianos del distrito y del estado.

Pero sin duda alguna toda autoridad ya fuera de parte del hacendado o del funcionario político, se concentraba en la persona del administrador mayor quien auxiliado por administradores menores y mayordomos desarrollaba una supervision y un ordenamiento al que nada escapaba.



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