"Yo solo quiero que mi hijo sea feliz". Ésta es una frase que escucho a menudo cuando me entrevisto con padres. Yo les pregunto, ¿qué entendéis por felicidad? Una vez un padre me contestó "pues lo normal, que esté contento, que tenga ilusión por las cosas, que tenga amigos, que se esfuerce en el colegio". Es un buen resumen de lo que el padre entiende por felicidad, pero la felicidad es un estado subjetivo donde uno tiene la sensación de bienestar y satisfacción por lo que es y por lo que ha hecho, por lo tanto, es el niño, por medio de la relación con los otros, el que tiene que aprender a sentirse orgulloso y satisfecho de sí mismo.
¿Y qué se necesita para ser feliz? Es una pregunta compleja, porque influyen muchos factores, pero en este aspecto, los padres juegan un papel fundamental, porque durante los primeros años de su vida ellos son el referente y el espejo en que se miran sus hijos. Los mensajes que les transmitamos durante esos primeros años van a ayudar a formar la imagen que el niño tiene de sí mismo.
¿Cómo puedo ayudarle a mejorar su autoestima? No hay una receta mágica, pero os sugiero algunas pautas que os pueden ser útiles:
- El niño necesita límites claros y normas que le den seguridad, y tienen que quedar claras las consecuencias del no cumplimiento. Nos equivocamos de pleno si pensamos que nuestro hijo nos va a querer más por dejarle hacer lo que quiera y cuando quiera. Todo lo contrario, esto a la larga le convierte en un niño tirano. El niño necesita vivir pequeñas frustraciones y poco a poco ir aumentando su tolerancia hacia las mismas.
- Es importante dedicarle tiempo, más que la cantidad, lo que importa es la calidad. Es decir, necesita periodos de dedicación exclusiva en los que se sienta especial.
- Es importante favorecer su autonomía, plantearle nuevos retos adecuados a su edad, que colabore en las tareas domésticas y de este modo que vaya aprendiendo la importancia de esforzarse para conseguir las cosas. La sobreprotección solo lleva a hacerle sentir incompetente y, por tanto, dependiente del adulto.
- Es necesario cuidar el lenguaje que utilizamos con los niños. No es suficiente con querer a un hijo, hay que saber transmitírselo. Es frecuente oír frases del tipo: "eres tonto", "eres un cochino"... Las descalificaciones sobran. Imaginaros que vuestro jefe lo hace con vosotros. Es muy desagradable y, lejos de haceros mejorar en vuestro trabajo, aumentarían vuestra inseguridad.
- Es importante que los adultos expresen sus sentimientos y permitan a su hijo que lo haga, aunque a veces a los niños les cuesta hablar de lo que sienten. En muchas ocasiones, simplemente porque no saben explicarlo con palabras. En ese caso los padres deben ponérselo fácil, y ayudar al niño a poner nombre a esas emociones.
- No se debe quitar importancia a los problemas que cuenta el niño, porque eso no los hace desaparecer. Debéis aceptar que, para el niño, es algo importante e intentar buscar soluciones conjuntas.
- No se debe engañar al niño, hay que contarle lo que sucede en función de su edad (p. ej. la muerte o enfermedad de un familiar).
- Tenéis que ser coherentes con lo que le transmitís. Hay que predicar con el ejemplo.
- No forcéis a vuestro hijo a que haga en la vida lo que vosotros no habéis podido hacer. Él debe seguir su propio camino.
Y como digo siempre, no olvidéis que esto no se consigue de la noche a la mañana, es una cuestión de paciencia y constancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario