SITUACIÓN LA REGIÓN DE TIERRA CALIENTE DURANTE
LA REVOLUCIÓN CRISTERA
PRIMERA PARTE
Con todo ello se estaba creando
un clima de mayor adversidad entre la Iglesia y el estado que en lugar de
reducirse cada vez se creaban mayores tensiones que estallaron una vez que el
presidente Calles hace la promulgación de la ley que lleva su nombre el 31 de
julio de 1926 y que implicaba la clausura de conventos, escuelas, asilos
católicos y Seminarios, además de impedir cualquier acto de culto, por lo que
los católicos celebraban en sus casas. “Agotados
así los recursos pacíficos, el Episcopado, previa consulta al papa Pío XI,
acordó la suspensión del culto en todo el país; y no pocos católicos, la
defensa armada, en la que fueron épicos luchadores los cristeros”.
En octubre de 1926 el obispo de Tacámbaro
monseñor Leopoldo Lara Torres, impartió en Coalcomán unos ejercicios
espirituales de encierro durante los cuales, con la ayuda del padre Francisco
Villanueva, vicerrector del Seminario, persuadió a los rancheros de la sierra
de la necesidad de defender los derechos de la Iglesia. Esto fue el preámbulo
del movimiento cristero. Posteriormente el cura José María Martínez promovió
una asamblea para explicarles la situación: los sacerdotes impedidos para
ejercer su ministerio, los fieles privados de los sacramentos y la educación
infundida con ideas revolucionarias. Les indicó que “ la lucha era permitida y
justa por que pretendía restablecer el orden, la justicia, la religión y la
libertad de los ciudadanos, a quienes tenían por parias los representantes del
poder público; y les dio a conocer las directrices del movimiento cristero que
pugnaba por la libertad religiosa.
El 26 abril de 1927 se celebró en
Coalcomán la primera junta militar, en la cual se nombró jefe supremo de la
región, con el título de general, a Fermín Gutiérrez (Luis Navarro Origel),
quien a su vez designó jefes de sección entre otros, a José Guadalupe Lucatero
(coronel), Rafael Jasso (mayor) y Sebastián Guillén y Amado Pérez (capitanes).
Así quedó integrado el mando del Regimiento Anacleto González Flores. Otros
dirigentes del movimiento fueron Francisco, Librado, Pablo, Pedro y Gregorio
Guillén, José Trinidad Barajas y Ezequiel Mendoza.
La gente se armó con carabinas de
taco y machetes, y más tarde con fusiles que les quitaron a los gobiernistas.
La campaña duró tres años. Los cristeros se lanzaron a la lucha bajo la
protección de la Virgen de Guadalupe, cuya imagen bordada pusieron al centro de
una bandera tricolor. Los jefes nunca usaron uniforme, salvo el general Gutiérrez
y otros pocos, quienes lucía pantalones de bomba, polainas, pistola automática
calibre 45, espada y anteojos de campaña.
Los demás, aunque fueran generales como los hermanos Guillén, siguieron
con su atuendo habitual, acostumbrados como estaban a vivir en las montañas de
la Sierra Madre. Sus refugios eran los cerros y rancherías de Palanda, El
Guayabal, Los Tepehuajes y La Gachupina, y aun La Higuera Mocha, hasta donde
llegó el padre Martínez.
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