martes, 22 de octubre de 2013

SITUACIÓN LA REGIÓN DE TIERRA CALIENTE  DURANTE
 LA REVOLUCIÓN CRISTERA

PRIMERA PARTE



Con todo ello se estaba creando un clima de mayor adversidad entre la Iglesia y el estado que en lugar de reducirse cada vez se creaban mayores tensiones que estallaron una vez que el presidente Calles hace la promulgación de la ley que lleva su nombre el 31 de julio de 1926 y que implicaba la clausura de conventos, escuelas, asilos católicos y Seminarios, además de impedir cualquier acto de culto, por lo que los católicos celebraban  en sus casas. “Agotados así los recursos pacíficos, el Episcopado, previa consulta al papa Pío XI, acordó la suspensión del culto en todo el país; y no pocos católicos, la defensa armada, en la que fueron épicos luchadores los cristeros”.


En octubre de 1926 el obispo de Tacámbaro monseñor Leopoldo Lara Torres, impartió en Coalcomán unos ejercicios espirituales de encierro durante los cuales, con la ayuda del padre Francisco Villanueva, vicerrector del Seminario, persuadió a los rancheros de la sierra de la necesidad de defender los derechos de la Iglesia. Esto fue el preámbulo del movimiento cristero. Posteriormente el cura José María Martínez promovió una asamblea para explicarles la situación: los sacerdotes impedidos para ejercer su ministerio, los fieles privados de los sacramentos y la educación infundida con ideas revolucionarias. Les indicó que “ la lucha era permitida y justa por que pretendía restablecer el orden, la justicia, la religión y la libertad de los ciudadanos, a quienes tenían por parias los representantes del poder público; y les dio a conocer las directrices del movimiento cristero que pugnaba por la libertad religiosa.


El 26 abril de 1927 se celebró en Coalcomán la primera junta militar, en la cual se nombró jefe supremo de la región, con el título de general, a Fermín Gutiérrez (Luis Navarro Origel), quien a su vez designó jefes de sección entre otros, a José Guadalupe Lucatero (coronel), Rafael Jasso (mayor) y Sebastián Guillén y Amado Pérez (capitanes). Así quedó integrado el mando del Regimiento Anacleto González Flores. Otros dirigentes del movimiento fueron Francisco, Librado, Pablo, Pedro y Gregorio Guillén, José Trinidad Barajas y Ezequiel Mendoza. 


La gente se armó con carabinas de taco y machetes, y más tarde con fusiles que les quitaron a los gobiernistas. La campaña duró tres años. Los cristeros se lanzaron a la lucha bajo la protección de la Virgen de Guadalupe, cuya imagen bordada pusieron al centro de una bandera tricolor. Los jefes nunca usaron uniforme, salvo el general Gutiérrez y otros pocos, quienes lucía pantalones de bomba, polainas, pistola automática calibre 45, espada y anteojos de campaña.  Los demás, aunque fueran generales como los hermanos Guillén, siguieron con su atuendo habitual, acostumbrados como estaban a vivir en las montañas de la Sierra Madre. Sus refugios eran los cerros y rancherías de Palanda, El Guayabal, Los Tepehuajes y La Gachupina, y aun La Higuera Mocha, hasta donde llegó el padre Martínez.




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