lunes, 21 de octubre de 2013

PRIMEROS EVANGELIZADORES DE MICHOACÁN


Esta iglesia que comenzó a fraguarse, como es lógico, desde los inicios de la evangelización, misma que ocurrió desde la llegada de los primeros frailes a nuestra tierra.

Los primeros evangelizadores de Michoacán fueron los franciscanos, entre quienes destaca Fr. Martín de la Coruña que fue el primer guardián de la Orden en este territorio y constructor del primer templo cristiano que hubo en Michoacán (una ermita dedicada a Santa Ana, en Tzintzuntzan).  Este defendió al cazonci en el tormento que le imponía don Nuño de Guzmán cuando intentaba conseguir el tesoro del rey de Michoacán. Los primeros evangelizadores enseñaban la doctrina cristiana a través de señas, con dibujos y a través del teatro.

De las tres órdenes religiosas que evangelizaron el Estado Tarasco, los franciscanos fueron invitados por el cazonci Tangaxoan Tsintsicha entre 1524 y 1526, los agustinos por el primer virrey don Antonio de Mendoza en 1537, y los jesuitas por D. Vasco de Quiroga desde 1547, pero éstos no pudieron llegar a Michoacán hasta 1573, después de la muerte del prelado.

Los franciscanos y agustinos tuvieron tantos conventos en la región, que formaron en ella sus respectivas provincias. La evangelización de los purhépechas duró aproximadamente un siglo, más los principales conventos de estas dos órdenes, que eran al mismo tiempo parroquias del obispado de Michoacán, siguieron como tales aproximadamente hasta 1787, pues las reales cédulas anteriores no les permitieron tener más que dos parroquias a cada una.

Los evangelizadores, celosos de su misión, entraron por doquier buscando la cualquier rincón de estas tierras para dar a conocer la fe, pero el celo apostólico de las diferentes órdenes los llevó a establecer límites y jurisdicciones para evitar entrar en cualquier tipo de conflictos.

El periodo más crítico de la evangelización de Michoacán fue entre los años 1527 y 1533, en el que los conquistadores y los frailes se enfrentaron, unos por tratar a sangre y fuego a los conquistados y, otros, por defenderlos ante la avaricia de aquellos que los cegaba. Muchos indígenas se fueron hacia los lugares más apartados y los frailes, por la bondad que los caracterizaba, poco a poco los fueron atrayendo hacia los pueblos donde los evangelizaron.

Los franciscanos, conociendo la antigua administración purépecha, sabían que desde Tancítaro se administraba la región sur del reino tarasco y, así, respetando esta antigua jurisdicción, fundan el convento de la “Santa Cruz” en dicha población en el año de 1552 a cargo de fray Pedro de Garra Villas y desde allí se visitarían los asentamientos indígenas de: Puco, Xalpa, Amatlán, Tomatlán, Acahuato, Parácuaro y Apatzingán.




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